Desnuda abriste la cama para mí,
y cada huella en tu piel
tenía un nombre preciso…
una fecha en el calendario,
el recuerdo de un hotel,
de una ciudad, de una historia.
No sé si la última mirada de Helena
a la Troya humillada por la suerte
de un caballo de madera
tiene el mismo valor que
perdida en esa línea de mar océano,
esperando un barco y a un hombre.
Posiblemente tenga igual valor estadístico
que el de la mujer de cualquier marino
que no regresa a puerto,
o la del que sufre la desaparición de lo que ama.
Cada vez que todo se derrumba,
la vida te perdona una mentira,
te deja respirar por un instante
y te causa el mismo dolor
- cruzándote como una sombra-
que a todos los héroes de la tierra
cuando su mundo se convierte en polvo o en ausencia.